Mi Ventana
Por Ramiro García
ramigar71@hotmail.com
No cabe duda que existen diversas estirpes en nuestra historia musical; entre otras, los Castillo, Caicedo, Maya, Insuasty, Brand, Guzmán, etc., pero hay una nueva familia que repunta sin afán ni ruido, aunque con énfasis y trascendencia en el escenario musical.
Me refiero a la generación de los Luna Benavides, cariñosamente conocidos como “Senas”, en cuya familia hay vocalistas, destacados intérpretes de diversos instrumentos y un director musical, Nelson, quien estoicamente ha retomado la ansiada y nada fácil batuta de los eximios maestros Juan y Rafael Castillo, Jorge “Pote” Mideros y Lalo Maya. Esta última, quizá una pretenciosa comparación.
Este escrito se refiere a Diego Iván, un integrante más de esa saga, quien con bajo perfil pese a sus avanzados fundamentos académicos, hace carrera en ese maravilloso y mágico arte musical, el idioma universal por excelencia.
Para empezar, Diego es el único luthier en el inventario sandoneño, pues pocas personas reúnen las cualidades que se necesitan para desempeñar este medieval oficio que requiere sensibilidad, paciencia, dedicación, conocimiento específico y exigencia.
Afinar instrumentos musicales, y con mayor especificidad, el piano, consiste en sentir el instrumento, saber escucharlo, percibir sus armónicos, timbre y edad.
El piano abarca prácticamente todos los géneros y estilos, pasando por el rock, jazz y músicas populares, además de ser bienvenido prácticamente en todos los entornos musicales.
Con un toque de humor, el primer ejecutor de armonio – una especie de pariente del piano, aunque con mecanismo diferente-, en Sandoná, fue don Ciro, quien además de músico, fungía como sacristán con toga y cantor de música sacra en la iglesia, por lo cual lo llamaban, no tan amablemente, “borrego”. Muchos de mi generación lo recordarán.
En retrospectiva – relata, Diego Iván-, la inspiración por ese calificado oficio nació cuando de niño, y para aportar recursos a la familia, se inició como ayudante de ebanistería en el taller de su vecino Edgar Rivera, en el barrio Meléndez, donde observaba la relación de finas maderas con la geometría de las formas para elaborar o ensamblar piezas. Ese fue el punto de partida que más adelante, y luego de experimentadas influencias durante su período universitario, le han permitido desarrollar esa vocación de manera magistral.
En el devenir de su formación artística, Diego se inició en el Instituto Popular de Cultura, en Cali, luego se matriculó en la facultad de Artes (Música), de la Universidad del Valle, donde perfeccionó sus conocimientos y habilidad para interpretar la trompeta y la tuba o bajo, el mayor de los instrumentos de viento-metal, lo cual le abrió las puertas para integrar, durante cuatro años, la Orquesta Sinfónica del Valle. Son pocos los músicos escogidos para tan alta distinción.
La mayor ascendencia en el desarrollo de su conocimiento la tuvo con los maestros Chávez Usbeck (Colombo-alemán) y el extinto luthier bogotano Guillermo Acevedo, quienes proyectaron su talento e incidieron para involucrarlo en el calificado oficio de la luthería.
Con ese impulso, Diego inició su carrera prestando servicios de afinado y reparación de pianos acústicos en la Universidad del Valle, y también para ser afinador autorizado de la multinacional Yamaha, con sede en Cali, empresa esta última que contribuyó al fortalecimiento de sus habilidades técnicas mediante la capacitación en pianos YAMAHA con los expertos japoneses Akihico Shindo y Suguro Yamamoto.
Con el tiempo, y si de reconocimiento a su laboriosidad se trata, Diego ha sido parte fundamental – detrás de luces, cámaras y candilejas- en la presentación de pianistas virtuosos de reconocida talla mundial como el cubano Chucho Valdés; la afamada pianista japonesa Hiromi; el célebre jazzista norteamericano Ron Carter; nuestro icónico paisano y compatriota Eddy Martínez; y un sinnúmero de artistas latinos que se han presentado en Cali, lugar de residencia y ámbito profesional.
Desde luego, y dado su reconocimiento y mérito, es infalible la presencia de Diego en grandes festivales regionales de jazz.
Por casualidad supe de la existencia de Diego; ocurrió al asistir a un cálido y musical homenaje al formador de talentos, director musical e intérprete de piano, Jaime Henao, un destacado valluno con incidencia nacional en el escenario musical colombiano. El evento tuvo lugar el pasado 17 de marzo, en el Teatro Municipal Enrique Buenaventura, de Cali, y allí estuvo Diego realizando su labor tras bambalinas.
Paralelamente a su formación en el tema musical, Diego Iván también culminó estudios de Literatura en la Universidad del Valle; en ese contexto, ha incursionado con escritos como “Una mirada al carnaval andino de negros y blancos de San Juan de Pasto”, “Relatos carnavalescos”, y es coautor de un libro ilustrado de cuentos infantiles “El oso que no podía ver”.
En suma, Diego Iván y muchos otros talentos en diversas disciplinas, pasan inadvertidos en el panorama local; el reconocimiento fluye cuando se logra integrar esa gran agrupación denominada “Nadie es profeta en su tierra”.
Mayo 08 de 2022.