El tango del profe: Un viaje a través de la ceguera nacional

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Por Arturo Prado Lima

Escritor y periodista nariñense
Viajar a las profundidades del ser humano es,
entre otras, la razón de ser de los novelistas
, de los poetas, de los artistas
y del ser viviente en general. Pero es una tarea pendiente. La humanidad, cuando parece atisbarse su
ocaso, está ocupada en inventarse una forma de sobrevivir ante la catástrofe. Y
la forma más fácil de sobrevivir en tiempos difíciles es apostar por la
seguridad, aunque la ceguera impida ver que la seguridad nunca será compatible
con la libertad, el sueño de todos.

Un arma es la mejor forma de proteger la
vida, pero es también la forma de activar los vacíos, las fronteras, los
pasados, los futuros, los recelos y las codicias
, esa amalgama de
sensibilidades que sin un orden preestablecido chocan y hacen estallar
cualquier intento de interpretación correcta de la realidad individual y
universal.

Entonces se ensayan todos los métodos para
interpretar nuestra realidad, para protegerla, para anularla, para cambiarle su
destino. Los unos apostarán entonces por eliminar al otro, los otros por
crearse una celda blindada en una cárcel sin puerta de entrada ni salida que
cargaran toda la vida a sus espaldas. Otros acudirán a las aulas a formular sus
enseñanzas, otros a las soluciones religiosas, otros a la aplicación correcta
de las ciencias
, otros a enderezar el camino de las teorías económicas y
sociales, y otros a intentar nuevos tratados sociales o un nuevo orden mundial
para atajar la autodestrucción potencial de los pueblos, ciudades y naciones
que bullen en el caos de la sinrazón.
Alejandro García Gómez pone a disposición de
aquellos que se interesan en estos temas un bus conducido por Yeison Alesis, a
veces por su hermanito, o por el fantasma de su hermanito, ya por su maestro,
en algunas circunstancias por el mismo García Gómez, y hasta nos entrega el
volante a nosotros en ciertos tramos del recorrido. El auto nos adentra en
todos esos paisajes hermosos de la Colombia visual, por polvorientas carreteras
de la primera década del siglo
, sus montañas pródigas y sus calles gloriosas
pero también por las miserias de las comunas tristes y olvidadas de las
pequeñas y grandes ciudades. Pero sobre todo, el bus del profe Alejandro, con
el tango de  Gardel (El mundo fue y será
y una porquería), nos adentra en los abismos de la infancia, en el vacío de
patria, pero también en las antípodas del poder, en sus largos brazos de
corrupción y muerte, en sus tentáculos de guerras subterráneas, en las maromas
de sus fórmulas de gobierno que no permiten la movilidad de los elementos
esenciales de la existencia y por tanto son un obstáculo para el desarrollo
natural de los pueblos.
El vehículo de Alejandro se interna por
barrios marginales donde la descomposición familiar es la regla y no la
excepción
, por esos lugares inesperados donde “la cucha parece loca”, donde la
cucha persigue a Yeison con una vara pero éste convierte a la vara en un palo
de mango donde anidan las tórtolas y los azulejos y donde se come mango biche
(magia y sueños en su amalgama de medianoche), mientras la banda enemiga de
otra comuna de la Medellín en plena guerra de narcos entran a buscarlos para
matarlo. Pero está escondido en su propio sueño infantil y su seguridad por
ahora parece certificada. Luego el vehículo se estaciona frente al liceo, donde
Yeison y su hermano, que son generaciones enteras salidas del seno de la
guerra, repiten y repiten y repiten los años escolares, en ese círculo vicioso
que son también las guerras, las cotidianidades cercadas por el poder, las
cárcel portátiles que nos impiden, incluso, sacar las manos por entre los
barrotes y tocarnos entre sí porque incluso, el deterioro social es tan grande
que la mano izquierda llega a desconfiar de la derecha.
Son esos mismos estudiantes que con fusil en
mano se apuestan en los sitios estratégicos de las canchas de fútbol, de
básquet, de la piscina municipal, del
patidrónomo para cobrar un impuesto a los vecinos de otros barrios que quieran
utilizar las instalaciones deportivas y terminan convertidos en autoridad de la
zona. El bus del profe sigue a un grupo que cobra “la vacuna”, un impuesto por
proteger al barrio de los otros barrios. Sus formidables empresas venden
protección. Venden venganza al por mayor y al menor, alquilan fusiles y
revólveres, alquilan coraje, dan lecciones de olvido
, proveen de plegarias para
su protección y de antídotos contra el remordimiento.
Desde la ventana del bus vemos cómo estas
empresas de protección suben de rango y son contratadas por dirigentes
políticos, por narcotraficantes, por grupos guerrilleros, por partidos
políticos para asesinar a quien se les cruce en el camino. Mientras, el
fantasma conduce, creo que un candidato a presidente (El escritor permite que
el bus sea conducido hasta por uno mismo), vemos al profe gritando
desesperadamente desde la calle que se baje todo el mundo, que el bus va a
descarrilar, que nadie sabe a dónde va y ni quien será el próximo conductor.
Pero todo el país se ha colado en el vehículo y su destino nadie lo sabe.
Esta es la primera parte de la novela “El
tango del profe”, del escritor sandoneño Alejandro García Gómez. Luego
seguiremos leyendo que también la educación es un bus desenfrenado que no ayuda
a corregir la deformación que se ejerce desde las fauces de la sociedad
desintegrada por la guerra
proveniente de los habitantes de los barrios
tristes. El lector irá encontrando casos y cosas de los atropellos
ministeriales a las normas educativas.
Pero el bus también seguirá las huellas de las
guerras de independencia
, y llegará hasta la ciudad de las catedrales, las
cúpulas y los campanarios donde iniciaron las guerras nacionales, donde mataron
a Sucre, donde violaron a las monjas, donde los despojos de las guerras aun
yacen como perlas o como plomo en la frente de los habitantes del sur de
Colombia que es donde ahora nos ha conducido un prócer que ya no tiene rostro.
Y  Se adentrará en su tierra natal donde
encontrará aún el montosito de hierro de su bicicleta, que la dejó ahí con la
esperanza de que su padre la viera y la mandara a  arreglar, pero su hermana frustró el hecho
cuando le dio a escoger al futuro profe o la bicicleta o el pago del primer
semestre de la universidad. Tierra olorosa a panela y plátano, guaico sonoro y
vegetal
donde el motor del progreso era la envidia, el recelo, en contraste con
el centro nacional donde el motor de progreso ya era el poder armado, la
política armada, la plata o el plomo.
Este profe, a través de sus épicos viajes y
sus estadías en estaciones y hoteles, pueblos y ciudades, campos y costas, nos adentrará en los huecos oscuros
de la compra venta de votos, en la Colombia que paga a sus maestros con
botellas de aguardiente
, pero también en el seno de hombres y mujeres que
enjuician los procesos históricos: “No se cómo pudo caber en un hombre tan
moral, humano e ilustre como el General Sucre, una  medida altamente impolítica y sobremanera
cruel, de entregar a aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y
cuanta iniquidad es capaz la licencia humana….”. Y para hacer más llevadero el
viaje, para que no nos coja la rutina por los pies, los pasajeros del bus somos
invitados al circo, a ese circo nacional que es la justicia, la fiscalía, los
testigos, los jueces sin rostro, los testigos protegidos, los acusados
indemnes, los presos de las circunstancias de la vida y de la muerte.
Leer la novela de Alejandro García Gómez es
hacer un recorrido por las profundidades de una Colombia que está allí, pero
que no la queremos mirar, que no la queremos asumir o interpretar
correctamente
. Es caminar con los ojos cerrados, tanteando las esquinas de
calles con una varita de ciegos y, además, guiados por otros ciegos, y lo que
es peor, gobernados por otros ciegos. Con testigos, acusados y tribunales
ciegos. Y con escritores y lectores ciegos.
“El Tango del profe” es un viaje para abrir
los ojos. Para adentrarse en uno mismo y para expandirse sobre lo concreto que
nos rodea. El Tango del Profe, tiene la virtud de ensayar diferentes artilugios
literarios a explicarse, desde la descripción directa a la metáfora, desde la
razón hasta la sinrazón, desde el aula de clase hasta la cruda realidad de las
calles
, desde la fantasía más pura a la copia literal de pedazos de la historia
patria, desde la  ilusión y el sueño
hasta la tapia donde uno se da narices. Detrás de la tapia está lo ilimitado,
los deseos inconclusos, las victorias no intentadas, las no fronteras, el
ilimitado mundo de lo posible que es en el fondo la invitación de esta novela.
De la entereza, la suspicacia y el realismo con que el conductor de este bus
lleno de pasajeros de todos los pelambres se atreva a chocarse contra la tapia
dependerá el destino de los pueblos. Con el golpe del bus contra la tapia
abriremos los ojos y podremos vernos a nosotros mismos, de arriba abajo, de
afuera y hacia dentro, es, creo yo, la intención de Alejandro con su novela.
Habrá que profundizar más. Habrá que volver a
leer. He leídos dos veces este texto, y en cada lectura he terminado viendo un
poco más. Con seguridad, podremos eliminar la ceguera con el tiempo si se
siguen escribiendo novelas como éstas
.
Madrid, agosto de 2015

Author: Admin

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