Remembranzas de Consacá
Combate en el Puente de Alex
Por José Rodrigo Rosero Tobar
roserotobarjoserodrigo@gmail.com
El 17 de octubre de 1809, Consacá fue testigo de un episodio en el puente de Alex, cercano al cruce de Veracruz, cuando tropas quiteñas intentaron cruzar ese paso para invadir la entonces provincia de Pasto, siendo esperados por pastusos, rindiéndolos y tomando varios prisioneros. En Quito se había sucedido un movimiento de republicanos que derrocó al gobierno peninsular y asumió el poder. Esta actitud enmarcó el realismo pastuso haciendo de Pasto un foco de ánimo de destrucción por parte de los patriotas, correspondiéndole luchar obligada por los ataques de sus gratuitos adversarios.
El puente de Alex se levanta majestuoso e imponente sobre el río Guáitara. La maravillosa naturaleza agreste del paraje, la silenciosa soledad interrumpida por los potentes lamentos del rio, la profundidad del cañón que produce vértigo, las cavernas formadas por la fuerza de la corriente, el agua que cuando golpea con fiereza las rocas se diluye y se marcha cadenciosa y apacible, son cosas que le dan un tono de pinceladas mágicas al lugar.
Este hecho es un eslabón más en la cadena de acontecimientos que desde muy temprano sacudieron la América Meridional, expresando el descontento ante las atrocidades de los invasores.
Como no sacar a relucir sucesos como los de Gonzalo Rodríguez en Pasto en 1558, Juan Santos en Perú en 1742, Francisco Inda en Lima en 1780, José Gabriel Condorcanqui o Tupac Amaru en Perú en 1780, Tupac Katarí en Bolivia en 1781, la revolución de los Comuneros en la Nueva Granada en 1781, la insurrección en Pato en 1781, la insurrección indígena en Túquerres y Guaitarilla en 1800, el combate en la tarabita de Funes el 16 de octubre de 1809, el mencionado combate del Puente de Alex en Consacá, el 20 de julio de 1810, la nueva invasión desde Quito y la toma de Pasto por Joaquín de Caicedo y Cuero en 1811, la aprehensión en Pasto de Antonio Nariño en 1814, el combate de Genoy en 1821, la batalla de Bomboná, la toma de Pasto por Agualongo, la navidad trágica y el día de la jura en 1822, el combate de Catambuco en 1823.
En general, se resume una resistencia en el nuevo mundo, con mayor ahínco la ofrecida por los pastusos a la causa republicana, convirtiendo la toma de la región en obsesión para los patriotas.
En ese mar de tempestades, emerge Agustín Agualongo, que con su lucha prolongó las guerras de independencia aunque desde 1822 le correspondió luchar solo y aislado, apoyado por el pueblo raso que se unía a su paso. La oligarquía pastusa, hábilmente se había distanciado del movimiento liderado por el indomable caudillo cuando vieron comprometidas sus prerrogativas económicas y burocráticas, por lo que lo llevaron a un fracaso deliberado. Los grandes terratenientes se retiraron a sus suntuosas y lujosas haciendas, las que les fueron restituidas paulatinamente después de haber sido confiscadas durante la guerra. Agualongo fue apresado el 24 de junio de 1824 y fusilado en Popayán el 13 de julio del mismo año.
Juan Agustín Agualongo es la máxima figura de esta comarca suriana. Nació en Pasto el 25 de agosto de 1780, se desempeñó como pintor al óleo, enrolándose el 7 de marzo de 1811 a los ejércitos realistas. Es indudablemente un símbolo de lealtad y firmeza de ideales, lejos de cualquier interés personal evadió el cerco de los mares tormentoso del vaivén de los oportunismos y las conveniencias, pues hasta el mismo momento de escuchar la descarga de fusilería que le cegaría la vida, renunció a la extrema oportunidad que se le ofreció de reconocerle el grado militar que ostentaba en los ejércitos realistas y perdonarle la vida, a cambio de jurar la Constitución de la Republica. Murió sin permitir que le vendaran los ojos, vistiendo el uniforme de coronel del ejército realista ganado al fragor de los combates, con la mirada fija en el pelotón de fusilamiento y con la conciencia austera de la convicción cumplida.
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Consacá, 22 de octubre de 2021