Por Alejandro García Gómez
“Me cuentan que El Berejú/no lo inventaron las negras/dicen que fue Belcebú/que lo inventó con candela./Con candela del infierno/lo inventó Belcebú,/por eso todos lo queman/la llama del Berejú./Se quemó Tumaco/(coro) con El Berejú/Se quemó Altaquer/con El Berejú/también Chucunés/con El Berejú…”, son algunos de los versos de la canción popular El Berejú de la costa pacífica nariñense, hoy con el triste inri de ser la más violenta de Colombia. ¿Llegó Belcebú a masacrarla? No. Fue cuestión humana: consecuencial vía de escape diseñado por parte de unos y dejada a la buena de Dios por parte del Estado. Desde esta columna se previno en los comienzos.
En abril de 2001 (“Llorente”, El Mundo y Diario del Sur), se escribía que ese poblado de mínimos ranchos montados sobre horcones de madera cruda -que en mis tiempos de estudiante se pasaba como un suspiro en los viajes a las carpeadas en la isla de Bocagrande en Tumaco- se había convertido en sede de mansiones con el estrambótico sello del lujo traqueto, con carros último modelo parqueados en sus frentes. Que por el llamado “efecto globo” nacional, sus dueños eran los “desplazados” de la represión del fracasado Plan Colombia, que impuso el gobierno gringo al de Andrés Pastrana, y que provenían desde el vecino Dpto. del Putumayo. Hoy el Plan Colombia es sólo la historia patria de otra pesadilla pero la cultura traqueta que conllevó, cambió para siempre las costumbres bondadosas y pacíficas del nariñense, sobre todo las del de la costa. Llegaba la hojarasca macondiana, dije entonces.
En mayo de 2002 (“Barbacoas: ¿sálvese quien pueda?”, diarios citados), reseñaba el mismo abandono actual: un carreteable de 57 Km entre Junín (caserío en la carretera Pasto-Tumaco) y Barbacoas que se recorre en 10 horas, cuando no hay percances, que es casi siempre.
Comenzaba la guerra entre la guerrilla y los paras por su privilegiada situación de ser tierra de nadie, apta para cultivos de coca y amapola, además de un corredor estratégico hacia el Océano Pacífico desde el interior del sur de Colombia. La masacre de Bojayá de esos días, ayudó a opacar el crimen del desplazamiento que comenzaba en estas comunidades, pero quizá no tanto como las irresponsables declaraciones del gobernador encargado de Nariño para esos días que, después de un consejo de seguridad en Pasto y por un telenoticiero, salió a decir que tranquilos, que por ahora no se iban a tomar acciones con las FF AA sobre Barbacoas, porque el enfrentamiento era a 2 Km de su casco urbano y que por tanto no había problemas. En el artículo citado, se alertaba también sobre las regiones de Samaniego y Sotomayor que se comunican entre sí y con el río Patía, otro corredor tierra de nadie.
Hace una semana fue noticia el asesinato de un grupo de policías en Llorente. Rasgamiento de vestiduras. Ya dejó de serlo. De cualquier hecho semejante se culpa indistintamente o a la guerrilla o a las bacrim, narcopamilitarismo con otro nombre.
¿Qué pasa Señor Defensor del pueblo de Nariño, usted que por su inteligencia y dedicación, fue uno de mis alumnos estrella en el Colegio San Luis, de Túquerres? ¿Qué le pasó al Estado, Señor Defensor?
Nota 1.- Segunda alerta: Urge semáforo a deportistas del comedor de la Villa Olímpica en Obelisco, trampa mortal hacia la Unidad Deportiva Atanasio Girardot para los de alta competencia de Antioquia. También en la carrera 99 con calle 44, cerca de la estación San Javier, punto encuentro por su comercio, el templo y la cercanía al metro y metro cable. Otro semáforo, el que ya existe frente a la estación San Javier no lo respeta ni lo hace respetar la autoridad. ¿Quién debe responder, Señor Alcalde Salazar?
Nota 2.- ¿Tan angustiado anda Julito para que las periodistas de la W hayan decidido empelotarse en una revista? ¿El de los dientes era Félix y el resto soporífero? 28.VIII.11
Un post muy interesante. Gracias por la ilustración. Reciba un cordial saludo.