Desde Nod
Por Alejandro García Gómez
pakahuay@gmail.com

Yo llegaba entonces a quinto grado de bachillerato a un “nuevo” colegio a conocer compañeros (¡y compañeras!, algo que nunca había tenido en mi vida estudiantil) y a reconocer a otros de quienes me había separado los cuatro primeros años de mi secundaria, mientras estudiaba en Pasto. Era 1968 y el Colegio Santo Tomás de Aquino (hoy Iesta) por primera vez en su vida escolar contaba con un curso en grado sexto (hoy grado 11), último año del bachillerato, con lo que se buscaba subsanar una carencia educativa de nuestro pueblo. Pero había algo que a la vez que remediaba esa carencia también para las adolescentes, en algunas mentes conservadoras de nuestro pueblo mayormente tradicionalista y refractario ante ese tipo de costumbres, este cambio rayaba en lo casi escandaloso: ¡cómo, al colegio de los hombres lo habían convertido en mixto! (Es decir, ¡muchachos y muchachas podrían convivir en el pecado y en el “madresolterismo”, con la complacencia de los padres de familia y de los profesores!). Adolescentes sandoneños de ambos sexos poblábamos sus aulas, pasillos y patios. Y eso que para muchas familias era una solución a sus problemas, para las mentes conservaduristas era escandaloso. Hoy es lo usual un colegio mixto.

Creo que esos dos retos de su vida profesional quedaron como los más visibles del sandoneño a quien hoy estamos despidiendo. Hubo muchos otros, conocidos algunos y visibles también con los que él debió lidiar (como el intríngulis, que se le debió formar cuando el juez municipal nos debió dictar el área de filosofía por carencia de profesores, él netamente marxista y nosotros felices, pero el profe juez marxista no alcanzó a hacer exámenes, porque fue reemplazado por el cura párroco, quien era uno de los opositores).

Rolando Cabrera Meza, Rolcameza como se firmaba, era entonces un joven licenciado en educación con especialidad en Física y Matemática, áreas en las que se desempeñaba como docente de los últimos grados del bachillerato, quinto y sexto, de “su” colegio. Pero además gerenciaba todos los problemas de un colegio de pueblo en formación, y administraba a sus profesores. Seguramente su esposa, Rita Rivera, conocerá más intríngulis de noches sin dormir tratando de resolver problemas de un centro educativo de pueblo, inconvenientes de los que no estábamos al tanto, en un país donde la educación siempre ha sido mirada como un gasto (un botadero de plata para que el Frente Nacional desagravie a las turbas urbanas en crecimiento que se formaron con la primera Violencia) pero jamás vista como una inversión productora de riqueza material y cultural, con esta visión y misión, fundamentos de una paz social y constructora.

Soy un sandoneño agradecido con el profe Rolando, Rolcameza, así algunas de nuestras apreciaciones y visiones del mundo no hubieran concordado siempre. Él había heredado de su padre, don Pedro Cabrera, el gracejo fácil y ocurrente, y de su madre, doña Emperatriz Meza, la seriedad. Y entre esos dos extremos desempeñaba su personalidad en el cargo de docente o de rector o de gerente administrador del Colegio Santo Tomás de Aquino.

Creo que no sólo su, nuestro Colegio, debe gratitud al profe Rolando, sino la comunidad entera de Sandoná. Ojalá que nuestras autoridades municipales -casi siempre tan ajenas a lo que no signifique aplausos y votos- encabecen los actos de gratitud.

A su esposa Rita Rivera, a sus hijos, hermanos, demás familiares y amigos, reciban mi abrazo solidario y mi voz de condolencia.  14.VII.23

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