El Despertador del Sur
Por Jorge Arturo Bravo
despertadordelsur@hotmail.com
En oportunidades anteriores hemos hablado y escrito, por este y otros medios, del respeto que deben tener las autoridades municipales, para nuestro caso, por los andenes como el espacio único y exclusivo para los peatones, hoy quiero referirme a nuestra Plaza Mayor.
Remontándonos a la historia debemos decir que uno de los primeros actos que los fundadores y sus comitivas hacían al fundar una ciudad, era el trazado de las calles y especialmente el trazado de la plaza y cerca de ella la capilla, razón suficiente para justificar el catolicismo de los fundadores y primeros pobladores del lugar.
Qué importancia por ejemplo la que tenía el Ágora en la antigua Grecia, la cuna de la civilización, lugar donde se reunían especialmente los ciudadanos intelectuales para dialogar, para discutir la situación política y administrativa del gobierno, etc. o sencillamente para descansar y observar el bello paisaje que circundaba la ciudad, esa era la importancia que en Atenas se le daba a la plaza, al Ágora, en nuestro medio también tenía esa importancia la Plaza de la Constitución o Plaza de Nariño o el mal llamado “Parque de Nariño”.
Lastimosamente nuestra Plaza Mayor, la Plaza de la Constitución, celosamente custodiada por el General Antonio Nariño, “El Precursor de la Independencia”, poco apoco se fue convirtiendo en una plaza cualquiera, sucia, desordenada y lo que es peor, semanalmente se convirtió en “sucursal del mercado del Potrerillo” o una plaza de mercado de pueblo donde se tiemplan las toldas para ofrecer luego los diferentes productos que con alta calidad ofrecen nuestros campesinos, artesanos y pequeños comerciantes.
Es penoso que en nuestra Plaza de Nariño, visitada por turistas, se encuentren con un mercado, dándole una fea presentación y lo mismo sucede con la plazuela que encierra una rica historia, como la Plazuela de Rumipamba; esos mercados deberías ser llevados por ejemplo, a la plazuela San Francisco de La Villota, a la Pueyo de Val o la San Sebastián, hoy solo son grandes moles de cemento sin ninguna utilidad, y allí, por su historia se fomentaría el turismo urbano e histórico y darle a la Plaza de la Constitución y a la de Rumipamaba, “mal llamado” Parque Ambiental, la importancia y el respeto que realmente se merecen.