Syria

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Por Pablo
Emilio Obando Acosta
peobando@gmail.com
“Bombardeo en
Siria deja 80 muertos, 33 son niños…”

Hijo:
Que tus ojos no
vean
Lo que los
míos,
Para que el
sueño no te abandone
Ni este
pensamiento de sentirme bestia te persiga.
Que tus manos
no se cierren sintiendo
Tanta rabia
Ni tu corazón
se arrugue
Ocultando una
lágrima.
Que tus
pensamientos no se espanten
Viendo al
hombre  consumar al
Hombre.
Que he visto,
hijo,
Al hombre
levantarse contra el hombre
Y sonreír
cuando su mano tosca
Eleva al cielo
la testa de su víctima.
Y lo he visto
morder el corazón humano
Mientras en su
rostro –enajenado y perdido-
Un hilillo de
sangre
Reclama
misericordia.
También he
visto al niño
Odiando y
maldiciendo,
Jugando a ser
soldado con balas
Fratricidas.
Y he visto al
loco
Danzando
Entre los
muertos
Encumbrando una
cabeza
Como vasija
ensangrentada.
Te juro que lo
he visto
Y que me
maldigo
Por esa
impertinencia
Propia
De mi
estulticia.
No mires hijo
Los ojos de ese
niño
Que invoca a su
dios
Mientras con su
mano
Tritura
El rostro de su
amigo
O de la madre
vencida
Ante el cuerpo
de
Su amante.
No veas
Con los ojos de
mi locura
Tal vez sueño
Sin poder
despertar.
Quizá deliro
Atrapado entre
pesadillas
Que han hecho
de mis días
Un cumulo
De
execraciones.
El mundo no
puede ser así,
No puede ser
esa mano que se alza
Contra su
hermano,
Ni esa boca que
escupe
Pústulas de
odio.
Seguro estoy en
el infierno
Condenado una y
otra vez
A presenciar
La muerte de
mil formas,
Obligado
A morir en cada
escena
Donde el hombre
desgarra al hombre
Hasta su misma
muerte.
Soy, quizá,
Un nuevo Sisifo
Que renace cada
día
Para desear su
fin
Sin alcanzarlo
Sin palparlo
sin que se le
otorgue el don
Del definitivo
olvido.
Suena a lo
lejos una sirena
Una mano se
eleva hasta su rostro
No sé quién es
Y su dolor me
duele.
En un pequeño
balcón
Un niño juega a
la muerte
Tira su carga
Mientras con la
otra
Lanza su
pequeño trompo.
Una mano
invisible
Me obliga a ver
A sentir ese
miedo
Que se dibuja
Entre sombras y
luces.
Soy yo
Esa mano,
Ese rostro,
Ese miedo,
Esa madre,
Ese niño,
Ese loco.
Soy yo el que
llora
Y el que
aprieta el gatillo
El que muerde
el corazón del hombre
El que
desprende de su cuerpo
Una cabeza.
Soy yo el que
llora,
El que teme
Y el que mata.
Soy yo, hijo.
El yo que
también eres tú,
Por eso no
mires
No te acerques
a mi presencia,
Huye hacia
otros soles
Donde mis ojos
No mencionen
esa triste
Y maldita
palabra:
SYRIA – Σύρια.
Tus ojos
No pueden
mancharse
Con su hedor
De serpiente
asesina
Ni tus manos
teñirse
De su color
Rojo y bronce
O tus pies
Mancharse
Con sus huellas
de dolor.
Deja que todo
fluya,
Que el paisaje
no te alcance
Que sus gritos
No te duelan
Que su llanto
No te
entristezca
Y que su veneno
No te consuma.
Cuando digas
Syria
Que tu voz no
lo recuerde
Para que no
arda
En tu piel.
Para que no
renazcan
Los muertos
rayados
De blanco y de
cal
Para que tus
huesos
No sean la
llave
De esos hornos
cubiertos
De hollín.
Para que nunca
más
En la memoria
del hombre
Florezca de
nuevo
La palabra
asesino
Vestida de
flor.
Mejor
No digas Syria:
Di: Hombre,
Madre, Tierra.
Trompo o
baraja.
Todo menos
Syria
Por cuanto su
sola mención
Me torna loco
Borrándote de
mi mente…
Di: !!!padre,
Quiero un
beso!!!
Para entregarte
mi alma
Y en ella
encontrarme
Cada vez
Que el hombre
Eleve su mano

Para matar su misma alma.

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