Combate de Chapal de Funes

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Por Enrique Herrera Enríquez
kikeherrera666@gmail.com

El 16 de octubre de 1809, tiene lugar en Chapal de Funes una confrontación militar entre las tropas provenientes de Quito y las improvisadas milicias de Pasto. El combate tiene como causa someter a sangre y fuego a Pasto a la jurisdicción quiteña ya que para aquel entonces Pasto dependía civilmente de Popayán y Santa fe de Bogotá en tanto en la parte eclesiástica se dependía del Obispado de Quito. Algunos historiadores pretenden decir que este combate fue por la independencia de España, situación que no es cierto como vamos a ver a continuación.

Haciendo un breve recuento sobre los acontecimientos del 10 de agosto de 1809 en Quito, bien se sabe que desde el momento en que es informado el conde Ruiz de Castilla de que ha sido depuesto, sacado del cargo de Presidente de la Real Audiencia de Quito, la nota que le hace llegar el Dr. Antonio Ante dice claramente porque se lo depone, cuando manifiesta: “El actual estado de incertidumbre en que está sumida la España, el total anonadamiento de todas las autoridades legalmente constituida, y los peligros a que están expuestas las personas y posesiones de nuestro MUY AMADO FERNANDO VII DE CAER BAJO EL PODER DEL TIRANO DE EUROPA (Napoleón Bonaparte), han determinado a nuestros hermanos de la península a formar gobiernos provisionales para su seguridad personal, para librarse de las maquinaciones de algunos de sus pérfidos compatriotas indignos del nombre español, y para defenderse del enemigo común. Los leales habitantes de Quito, imitando su ejemplo y resueltos a CONSERVAR PARA SU REY LEGITIMO Y SOBERANO SEÑOR ESTA PARTE DE SU REINO han establecido también una Junta Soberana en esta ciudad de San Francisco de Quito, a cuyo nombre y por orden de Su Excelencia, el Presidente, tengo a honra comunicar a Usted, que han cesado las funciones de los miembros del antiguo gobierno. Dios Guarde Ud. Sala de la Junta de Quito a 10 de agosto de 1809. Juan de Dios Morales, Secretario de lo interior.”

Es claro el documento al afirmar que se depone al Ruiz de Castilla del cargo de Presidente de la Real Audiencia de Quito por no ser garantía para preservar este territorio al AMADO FERNANDO VII, evitando CAER BAJO EL PODER DEL TIRANO DE EUROPA que no es otro que Napoleón Bonaparte que tenía invadida España con sus tropas francesas. No hay entonces ninguna actitud de independencia frente a España, menos desconocer a Fernando VII como su único rey.

En cuanto al acta, mal llamada de la independencia de Quito del 10 de agosto de 1809, se tiene que: La junta suprema de Gobierno que se ha establecido “gobernará interinamente a NOMBRE Y COMO REPRESENTANTE DE NUESTRO LEGITIMO SOBERANO, EL SEÑOR DON FERNANDO VII…LA JUNTA PRESTARÁ JURAMENTO SOLEMNE DE OBEDIENCIA Y FIDELIDAD AL REY EN LA CATEDRAL INMEDIATAMENTE…SOSTENDRÁ LA PUREZA DE LA RELIGIÓN, LOS DERECHOS DEL REY Y LOS DE LA PATRIA (ESPAÑA) Y HARÁ GUERRA MORTAL A TODOS SUS ENEMIGOS, PRINCIPALMENTE FRANCESES, VALIÉNDOSE DE CUANTOS MEDIOS Y ARBITRIOS HONESTOS LE SUGIRIESEN EL VALOR Y LA PRUDENCIA PARA LOGRA EL TRIUNFO…” Es decir, tampoco encontramos parte alguna donde se hable de independencia de España o desconocimiento de la autoridad de Fernando VII. El ataque es frontal contra Napoleón Bonaparte y el imperio francés.

Uno de los primeros bandos o boletines de prensa de la época, afirma que Juan Pio Montufar, Marques de Selva Alegre y ahora Presidente de la Junta de Gobierno de Quito, asume el cargo “en REPRESENTACIÓN DEL SEÑOR DON FERNANDO VII, QUE DIOS GUARDE…ordena y manda se ponga luminarias en todas las casas por tres noches consecutivas…se previene al pueblo que preguntado por las patrullas o cuerpos de guardia, ¿Quién Vive?, deberá responder: ¡El Rey!, y no España mientras la tenga Bonaparte.

Un segundo Bando habla de que “el conde Ruiz de Castilla, que ha sido su presidente, es un hombre absolutamente inepto para el gobierno, vive enfermo de por vida, su edad la de setenta y cinco años y tiene la decrepitud de ciento. No ha gobernado a nadie, y se ha dejado gobernar despóticamente de cuantos han querido, como lo podría ser un niño de cuatro años… En un tiempo en que debía levantar más tropa para estar prevenidos a batir el enemigo de la religión, del Rey y de la patria, lejos de hacer una recluta para aumentar la fuerza militar, según antes lo había mandado el Rey…” Por lo visto Ruiz de Castilla no era ninguna garantía para poder defenderse de una posible invasión de tropas y naves francesas que ya se anunciaba estaría por Guayaquil.

El juramento solemne con que tomaron posesión de sus cargos los integrantes de la junta quiteña es muy concreto respecto a su amor y fidelidad al monarca español cuando dice: “Juramos al Señor Don Fernando VII, como a nuestro Rey y Señor Natural, y juramos adherir a los principios de la Junta Central, de no reconocer jamás la dominación de Bonaparte, ni la de rey alguno intruso. Juramos conservar en su unidad y pureza la Religión católica, apostólica y romana, en que por la misericordia de Dios tuvimos la felicidad de nacer, y juramos finalmente hacer todo el bien posible a la Nación y Patria, perdiendo si necesario fuere, por estos sagrados objetos hasta la última gota de nuestra sangre y por la constitución…”

Finalmente, concluyamos con dos importantes e interesantes proclamas o arengas que se pronunciaron durante la solemne sesión del 16 de agosto de 1809 que se desarrolló en la Sala Consistorial de San Agustín en Quito.

El presidente de la Junta de Gobierno quiteña, Marques de Selva Alegre, dice: “Señores: ¡Qué objetos tan grandes y sagrados son los que nos han reunido en este respetable lugar! La conservación de la verdadera religión, la DEFENSA DE NUESTRO LEGITIMO MONARCA Y LA PROPIEDAD DE LA PATRIA. Veis aquí los bienes más preciosos que hacen la perfecta felicidad del género humano. ¡Cuán dignos son de nuestro amor, de nuestro celo y veneración…Nada más tengo que protestaros con la sincera afección de mi reconocimiento, sino que me sacrificaré todo por la conservación de los santos fines a que aspiramos. Ya sabéis que estos están vinculados en nuestras más estrictas obligaciones, en nuestros inviolables derechos y en nuestros más íntimos intereses…

Concluyamos, pues, señores, dice el Marques de Selva Alegre, dirigiendo al Omnipotente nuestros humildes votos por conseguir las luces y el acierto en todo. Digamos con la sinceridad propia de americanos españoles: ¡Viva nuestro legitimo rey y señor natural don Fernando VII, y conservémosle a costa de nuestra sangre esta preciosa porción de sus vastos dominios libres de la opresión tiránica de Bonaparte, hasta que la divina misericordia lo vuelva a su trono…”

La arenga de don Manuel Rodríguez Quiroga, Ministro de Gracia y Justicia de la junta quiteña, dice: “Pueblos de América: la sacrosanta ley de Jesucristo y el imperio de Fernando VII, perseguido y desterrado de la Península, han fijado su augusta mansión en Quito… ¿Quién será tan vil y tan infame que no exhale el último aliento de la vida, derrame toda la sangre que corre en sus venas, y muera cubierto de gloria por tan preciosos e inexplicables objetos?. Si hay alguno, que levante la voz, y la execración general será su castigo, no es hombre, deje la sociedad y vaya a vivir con las fieras…Dios en su santa iglesia, y el Rey en el sabio gobierno que le representa, son los solos dueños que exigen el debido homenaje y respeto…Seamos unos, seamos felices y dichosos y conspiremos unánimemente al individuo objeto de morir por Dios, por el Rey y la patria. Esta es nuestra divisa, esta será la gloriosa herencia que dejemos a nuestra posteridad… ”

Hasta el 25 de octubre de 1809, día en que asume nuevamente el depuesto Conde Ruiz de Castilla el gobierno quiteño “en medio del júbilo de los moradores de la ciudad, salva de artillería y repiques de campana”, según afirma el historiador ecuatoriano Carlos de la Torre Reyes en su libro La Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809, no encontramos documento alguno que hable de independencia de España, menos aún desconocimiento de la autoridad de Fernando VII, razón que nos lleva a ratificar nuestro desconocimiento de grito de independencia de Quito a la gente que presume, que defiende dicha fecha como de independencia.

Aclarada la situación de Quito respecto a los acontecimientos del 10 de agosto de 1809, mal llamado del grito de independencia de España, pasemos a continuación a analizar cuál era la situación que se presentaba en Pasto cuando es objeto de una invitación para que haga parte del gobierno quiteño desligándose del de Popayán y Santa fe de Bogotá, según vamos a demostrar para finalmente concluir con el combate de Chapal de Funes el 16 de octubre de 1809.

El 16 de agosto de 1809, es decir 6 días después de los acontecimientos del 10 de agosto en Quito, el cabildo de Pasto y en general toda su gente escucharon sorprendidos un documento suscrito en Quito por quien se decía llamar Presidente de la junta soberana de Quito, don Pio Montufar, Marques de Selva Alegre. El citado Señor les hacía conocer los acontecimientos del 10 de agosto en Quito, la situación de España frente a Francia, el dominio de Napoleón y luego centraliza su mensaje cuando dice: “Tengo el honor de participar a Usía, para su inteligencia; y espero que tomando en consideración la dependencia en que ha estado siempre esa Provincia del Tribunal Supremo de Justicia establecido en esta capital – se refiere a Quito- las relaciones de comercio que tienen en este reino, de que no pueda prescindir para su subsistencia; el justo aprecio que aquí hacemos de la probidad y talentos de sus habitantes, la elevación a la llevaríamos en el evento de una total independencia; la dificultad de poderla ella conservar hallándose en medio de dos reinos superiores en fuerzas y recursos; y finalmente la necesidad que tendrá éste de arreglar sus límites, proporcionándose una posesión fronteriza capaz de consultar a su mayor seguridad, la cual se halla puntualmente de la parte de allá de esa ciudad, acordará sin duda preferir el reunirse en Quito más bien que en Santa Fe -hace referencia a Bogotá- que está a mayor distancia y que nada les interesa. En este caso podrá Usía remitir a la mayor brevedad el Representante que se elija y nombre el que deberá disfrutar por ahora y mientras se organizan las rentas del Estado, 2000 pesos anuales de sueldo, según lo tiene determinado la soberanía del pueblo…”

La carta es altamente separatista del gobierno de Santa fe de Bogotá, que como bien se sabe Quito hacia parte del Virreinato de la Nueva Granada con sede en la hoy capital colombiana. Al cabildo de Pasto le estaban haciendo la invitación también para que desconozca a Santa Fe de Bogotá y haga parte del nuevo gobierno del Reino de Quito. Entonces cuando se habla de INDEPENDENCIA, no es de España, se hace alusión a no depender de Santa fe de Bogotá que para aquel entonces, agosto de 1809, no existía movimiento alguno de independencia de España.

Con la carta del Marques de Selva Alegre llega coincidencialmente una nota suscrita por el Presbítero Juan Santacruz, hermano de don Tomas, que alarmó mucho más al pueblo de Pasto cuando contando situaciones dramáticas que dice vivió en el proceso del 10 de agosto en Quito un tal Ignacio Tenorio, nombrado por la junta quiteña como Primer Ministro de la sala de lo civil. Describe en parte el nombramiento de dignatarios y narra cómo pudo salir de Quito a hurtadillas el citado Ignacio Tenorio, con muy pocos objetos de su pertenencia. El asombro y la inquietud frente a los mentirosos hechos contados por Tenorio, pusieron en alerta a la gente de Pasto frente a los acontecimientos quiteños.

El cabildo de Pasto dio respuesta contundente a la junta quiteña desconociendo toda autoridad de parte de ella y reconociendo su dependencia administrativa de Popayán y Santa fe de Bogotá respectivamente. Pasto para aquel entonces dependía eclesiásticamente de Quito pero en lo civil, lo era de Popayán y Santa fe de Bogotá. Esta situación daba amplia libertad, si cabe la expresión, para ejercer cierta autonomía sin depender ni de Quito menos aún de la lejana y distante Santa fe de Bogotá como en efecto lo reconocía la junta quiteña al decir que al estar a mayor distancia de Quito, a Santafé de Bogotá nada les interesa, como en efecto así lo es aún en nuestros días.

Estando geográficamente Quito más cerca de Pasto que Bogotá, y teniendo como referencia la serie de nuevos tributos que vendrían a implantarse para sostener el nuevo gobierno de Quito, se le hizo saber a dicho gobierno cuando en respuesta del 29 de agosto de 1809, el cabildo de Pasto le dice: “ya sabéis que para erigirse Quito esta soberanía, ha creado Magistrados con grandes rentas: va a levantar tropas con sueldos dobles para lo que necesitan inmensos caudales…Los erarios de Quito y sus ramos, son demasiadamente pequeños para esta miras ¿de dónde, pues, el acopio de dinero para tan grande gastos?. Ya os lo diremos: el mismo oficio de Selva Alegre nos anuncia que se organizaran rentas en todo. Volvemos a repetir que los establecimientos que conocemos, no alcanzan; luego es preciso inventar otros extraordinarios…Nos halagan con palabras vacías de objeto, y luego se verán en la necesidad de arrojar el rayo tempestuoso sobre los miserables que han tenido la inconsideración de someterse a su dorado veneno…” El documento es extenso pero muy reflexivo y una vez más nos indica el alto grado de preparación intelectual y académica de los dirigentes pastusos.

La junta quiteña, ante la negativa del cabildo de Pasto de hacer parte de su jurisdicción político-administrativa, declara la guerra y ordena al general Manuel Zambrano y al teniente coronel Francisco Javier Ascázubi para que al frente de tres mil hombres convenientemente armados salga para Pasto a someterlo a sangre y fuego.

Al conocerse en Pasto la situación que ha planteado Quito, se consideró oportuno organizar de manera improvisada unas milicias para defender la ciudad, razón por la cual se dispuso avanzar hasta el río Guáitara, defensa natural de la región, ubicando al capitán Miguel Nieto Polo para que defienda el paso de Funes; el puente real de Tacuaya estaría a cargo de Francisco Gregorio de Angulo, y el de Veracruz sería defendido por Blas de la Villota donde estaría el soldado miliciano Agustín Agualongo.

Desde Tulcán, el 13 de septiembre de 1809, Luis María de Torres Comandante General de las tropas de Quito, ante la solicitud del Cabildo de Pasto de que se aguarde los resultados de la comisión de los señores Diputados de la Junta Suprema de Quito en Pasto para que no se pase las tropas la raya de la división o frontera de la época, es claro en manifestar que accede la propuesta y suspende la marcha del Batallón para no pasar a esta Provincia, aclarando además que su misión está altamente comprometida en “conservar los derechos del Rey, de la Religión y de la Patria…” corroborando cuanto hemos dicho respecto a que los quiteños monarquistas defensores de Fernando VII vienen a Pasto a obligar que sean parte integrante de su jurisdicción y no de Santafé de Bogotá como lo eran.

El día 13 de octubre las tropas quiteñas estaban en Tulcán, dando certeza a su impetuosa campaña de someter militarmente a Pasto y su gente. El gobernador de Popayán, don Miguel Tacón había en principio anunciado su llegada a Pasto, no lo hizo, pero envió un grupo de cien hombres armados de fusiles y lanzas.

El 16 de octubre de 1809, tiene ocurrencia el combate que generalmente se lo conoce como de Chapal de Funes, no siendo así de acuerdo con la documentación que se presenta con base en el parte enviado por el Capitán Comandante del destacamento de Funes don Miguel Nieto Polo al Capitán don Gregorio Angulo, comandante en Jefe de la expedición de Pasto, el cual en lo pertinente dice: “Inmediatamente que pasaron las tropas al otro lado del rio –Guáitara- marcharon todas contra el enemigo, que se había situado en una meseta a distancia de tiro de fusil, con tres piezas de cañón de bronce, de vara y cuatro de largo y cinco dedos de diámetro interno, doce fusiles, varios pares de pistolas y el resto de la gente armados de lanzas y otras armas blancas. Al aproximarse nuestras tropas pusieron bandera blanca los enemigos- es decir los quiteños-, con cuyo motivo se adelantó el Teniente de la Sexta Compañía don Juan María de la Villota, previniéndoles rindiesen las armas; pero la contestación fue pegar fuego a los cañones, que no causaron avería alguna, porque al fogonazo se postraron de bruces los nuestros, e inmediatamente avanzamos, y aunque con bastante resistencia, se rindieron, después de tres cuartos de hora de combate.”

Es clara la ubicación del combate, las tropas pastusas han cruzado el rio Guáitara y su paso “en una meseta a distancia de tiro de fusil” se encontraba la tropa enemiga, es decir los quiteños. El sector se denomina Izcuasan que hoy hace parte del Municipio de Iles, y fue donde tuvo culminación el combate que generalmente se reconoce como el de Chapal de Funes, que algunos historiadores ponderan como la primera confrontación por la independencia, no siendo así si tenemos en cuenta que el 10 de agosto de 1809 no fue el grito de independencia de Quito como lo registra la historia oficial del Ecuador.

Derrotado estruendosamente el ejército monarquista quiteño. Cayeron prisioneros los principales cabecillas de las tropas quiteñas, tal es caso de Ascázubi, que lo derrota un grupo de mujeres en Sapuyes, y Manuel Zambrano tiene que huir para Barbacoas.

Este combate ha sido considerado por algunos historiadores como el primer enfrentamiento por la independencia, situación que como hemos visto no es cierto por cuanto los quiteños en momento alguno habían declarado su independencia de España como se nos ha hecho creer en la historia oficial. Son la representación de una junta de gobierno que el 10 de agosto de 1809 en Quito había jurado lealtad y fidelidad a Fernando VII, dispuestos a derramar hasta la última gota de su sangre por España y su amado monarca, don Fernando VII. Si de alguna independencia se puede hablar es de Francia si se tiene en cuenta que España estaba invadida por las tropas de Napoleón y quien ejercía la monarquía era el francés José I, hermano del emperador francés; la independencia de Quito solo se proclama a partir del 29 de mayo de 1822 luego de la derrota de las tropas quiteñas al mando de Melchor Aymerich en Pichincha el 24 de mayo de 1822, por parte de las tropas de Antonio José de Sucre.

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