Por Gustavo Montenegro Cardona
Llegué al fondo del mar y noté la oscuridad de la noche. Me sumergí, con un poco de aire, en un desierto profundo. Me atrincheré. Sí, tuve miedo. Mis ojos se cruzaron con el fuego y el cuerpo padeció lo necesario y suficiente para recibir una nueva lección de vida.
De allá vengo cargado de gratitud con todas las personas que me llenaron de aliento, de espíritu, de sanación. Mis brazos son un inmenso remolino que desea apretujar a cada familiar, amigo, vecino, colega, conocido.
Gracias a mi familia directa por su amor fiel, al coraje de mis hijos, a la valentía de mi amor bonito, a mis coequiperos de cada proyecto, a las colegas, a mis amigos y amigas que no se han silenciado un segundo. A todo el equipo asistencial del Hospital Departamental, al Doctor Héctor Fabio Sánchez Gálvez, la Doctora Mercedes Solarte y toda su gente que me ha rescatado de este dolor.
¡A todas solo gracias por millares! Su fuerza ha sido mi fuerza, su amor ha sido mi alivio. Hoy salgo de UCI a recuperación, aún falta un trecho, pero estamos vivos, parados. Guardaré otro poco de silencio, por ahora, por favor reciban mi sonrisa constante de agradecimiento, sin excepción para nadie.