Mi ventana
Ramiro J. García
ramigar71@hotmail.com
Junio de 1970 fue un mes de verano caluroso, con mucho viento y la consabida presencia de “veraneantes” provenientes de distintos lugares del país. Era la época propicia para entablar amistad o amores fugaces con atractivas adolescentes de aquella colectividad ambulante en búsqueda de sol, calor y paseos de olla a Quebrada Honda o al río Ingenio, en el poblado de mis afectos.
En el marco de ese escenario, un día 26 de junio de hace cincuenta años, un calificado puñado de jóvenes con edades comprendidas entre 17 y 25 años, con mucha emoción y pretenciosos sueños nos aprestábamos a la ceremonia de graduación como bachilleres de la segunda promoción tomasina. Ser bachiller en aquella época tenía una gran connotación social y académica; por la misma razón el acto era relevante, con un especial protagonismo. El más veterano del grupo fue Juan Molina, aquel extraordinario futbolista profesional, y el menor, quien escribe esta crónica. La presencia femenina estuvo en Cecilia López Delgado, Ruby Montezuma López, Nelly Narváez, Aura Parra y Margarita Domínguez.
Cada graduado magnifica la importancia de su promoción, así que asumo esa licencia para afirmar que la nuestra fue la mejor de distintas generaciones.
Entre muchas particularidades, conformamos un equipo de fútbol que fue la sensación durante casi todo el ciclo de secundaria. Basta nombrar a Carlos Loco López, Juan Molina, Franco Hidalgo, Fernando Rosero, Armando Martínez, Hernando Agreda, Guido Chamorro, Guillermo Palomino, José Ruiz y muchos otros; salvo el arquero, Edmundo Erazo, quien era colador de goles de todas las facturas posibles.
Bajo la dirección de nuestro profesor de música, Luis Lucho Guzmán, se fundó un reconocido grupo musical denominado LOS PANA SIX, integrado por los hermanos Harold y Mario Melo, Nelson Cabrera, Juan Molina, Franco Hidalgo y Álvaro Brand.
Además de docentes calificados para el ejercicio académico como Raúl Fajardo, Alejandro Molina, Silvio Castillo, Antonio Hidalgo, Alfonso Bastidas, Edgar Cuasquén, Gerardo Lucero, Lucio Calderón y muchos otros que se filtran a mi memoria; también impartieron conocimiento otros profesionales de diferentes disciplinas, como el sacerdote Roberto Mosquera; los abogados Eduardo Lagos y Guillermo Moncayo; el médico Luis Eduardo Villacís, la hermosa bilingüe Belén Stadlin; el mejor basquetbolista nariñense de la época, Carlos Erazo; los músicos Lucho Guzmán y Alberto Hidalgo; el fotógrafo venteño Luis Antonio Díaz, y el ya mencionado Juan Molina, quien simultáneamente fuera mi compañero de aula y director de deportes.
No debo soslayar la importancia del amabilísimo Jesús Eduardo Maya, eficiente secretario de esa institución.
Toda esa constelación de personajes actuó bajo la dirección académica del rector Rolando Cabrera Meza, quizá el mejor administrador de cuantos han ostentado ese cargo en el Colegio Santo Tomás de Aquino, hoy IESTA.
Con el tiempo aquella pléyade de compañeros de promoción se dispersó por distintos lugares, con tal grado de desconexión que escasamente conozco el paradero o domicilio de muchos de ellos.
Supe que diez de mis excompañeros de aquella extraordinaria promoción tomaron anticipadamente el camino de la eternidad; los restantes nos hemos dedicado al ejercicio profesional en diferentes profesiones y oficios, siempre al servicio de la sociedad. En teoría, somos personas mayores vulnerables a los efectos del COVID 19, pero ahí estamos “en la lucha”, al decir coloquialmente.
Hay médicos, ingenieros, abogados, docentes, contadores, comerciantes, funcionarios, etc., cada uno evidenciando que el paso por nuestra institución tomasina fue una acertada elección que nos otorgó la vida, y que supimos aprovechar ese nostálgico peldaño de aquel 26 de junio del año inicial de los turbulentos e inolvidables setenta.
Para finalizar, adjunto registros fotográficos y un listado añejo y original que un amigo pudo rescatar de los anaqueles de la institución tomasina.
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